/* ----------------------------------------------------- Blogger Template Style Booted from wordpress to blogspot by Gecko Name: Death Designer: URL: http://www.geckoandfly.com Date: 27 April 2007 ------------------------------------------------------ */ fotografías dibujadas: noviembre 2007

domingo, 25 de noviembre de 2007

Miraba al cielo, y se preguntaba cuales serían esos otros dos días en que el mundo se abría. ¿Necesidad de saberlo? Pensar que podría ser hoy, o mañana. Consecuencia considerar cualquier día posible portador de aquel suceso que de todos modos no comprendía. Caminar en un espiral sin centro, tantas vueltas, tantas que cae de bruces al suelo. Acaso como saber cuando se ha llegado a lo más hondo, como provocar el pasaje de un estado al otro, como general un puente, un paso, de que modo planificar la delicada estrategia sin caer en la propia trampa, sin quedar atrapado en el propio juego, confundido con las propias máscaras pintadas sobre la piel que ahora suda y la pintura resbala inoportuna desdibujando los firuletes de un carnaval hipócrita, lentejuelas escandalosas que brillan y ciegan los ojos que dejan entrar su luz. Pensó aquello de querer mover las piezas, sentirse encerrada, en jaque, querer escapar. Generar nueva red, telaraña tejida con las propias manos, quizás igual de débil, susceptible. Sin embargo no importaba. No es simple cuestión de constancia, más bien cuestión de algún estado. Sin importar que particular sentido utilizado en dicho momento, ni disparador de cual o tal imagen. Simplemente variación casi semi cósmica, rotación vertiginosa, ángulo de noventa, ciento ochenta grados, proyección militar, mirar de arriba, de otro lado, ver como los pájaros allá en el tablón, en el medio del puente. Y la calle debajo, los adoquines, arriba el inmenso cielo, parcial desde la ventana, ella allí encerrada, buscando la búsqueda desafortunada que anhelan esos que viajan y siempre extrañan, esos que andan, que tienen conciencia tanta que nunca saben muy bien. Y entonces se llenan de palabras, dios Toth procura una señal de equilibrio entre la magia y las palabras. Suspira cansada, revueltas las ideas pero todo tan igual que da asco, y de pronto una nueva luz azulada que todo lo mancha y lo desfigura, la pintura que aún resbala, que ella olvida y recuerda al pasar la mano por la cara y encontrarla teñida de rojo.

“Shhh” le dice él suave al oído y ella se queja y después suspira, se calla pero flotan las palabras hace un ademán de levantarse de la cama y él toma su brazo, ella forcejea hasta que él finalmente cede. Llora en silencio, mientras camina descalza. Aún lee con esa esperanza ingenua de que podrá encontrar allí en alguno de esos viajes imaginarios a algún lado alguna respuesta. Y se pregunta, se golpea la cabeza contra la pared preguntándose como funciona, como debe ser, como avanzar, como sacarse ese nudo en el estomago que la aferra a esa puta realidad. La realidad que nos tiene presos, prisioneros, estúpidos espectadores desafortunados. Y ella pide auxilio sin poder gritar, sin voz, sin aire, con un hilo de aliento que la mantiene con los ojos abiertos, semi abiertos, entre cerrados. “¿Dónde quedo la botellita?” Tantea mareada en algún lado solo alcanzando tirar algo sin nombre al suelo. No importa que es, alguno de esos objetos inútiles que adornan el departamento, que se caiga, que se rompa. Todo parece en un embudo yendo hacia el agujero, pero sujeto por algún lado, y ella a veces quisiera cortar esos hilos que atan las cosas, sabe que con un soplido, suspiro todo se desvanece, pero el pánico, ese monstruo de lo desconocido, de quedar en medio de la catástrofe, tan cerca de la explosión (¿o implosión?) que teme quedar pegada, no salir con vida, quedar sujeta a ese segundo, detenida. Y a la vez, permanecer allí, testigo de un absurdo equilibrio que hace daño, que va matando lentamente, que va matando. Con la mano tira contra el suelo otro de aquellos objetos inútiles. Ahora el ruido es más fuerte y él se acerca de ver que sucede. Nuevo forcejeo. Sin palabras, o con palabras entre cortadas. Puerta que se cierra de un golpe y próximo llanto rabioso contra el suelo, sangra la mano que ahora ha rozado algo de ese objeto. Para eso servía finalmente, sólo para lastimar, auto destruir, las manos rojas nuevamente, la pintura de aquellas máscaras, pero ahora es sangre, y chorrea sobre la alfombra, buscar papel antes de morir desangrada, es sólo un corte, no se termina, el mundo sigue girando y ella lo mira con los ojos entreabiertos. Ganas de destruir todo pero falta de fuerza suficiente, la piel tan blanca que no sabe cuando va a poder mantenerse conciente. La piel tan blanca, las manos rojas.


Mate amargo. La espera de un suceso anhelado. Tan irreal, y a la vez ¡si parece tocarlo! Estira el brazo, la mano, quizás con las uñas más largas llegue un centímetro más allá. Cada centímetro, milímetro, propulsores de severos cambios del destino, tan estricto juego de estrategia. Batalla naval, tocado, hundido. Sos ojos clavados en la pared. ¿Búsqueda de que? Mañana, siempre próximas horas a las que planearles los hechos, y luego habitarlas sin pensarlas, dejarlas pasar, mañana es igual, y hoy se escurre entre los dedos, queda debajo de las largas uñas esos minutos sin dueño. Escupitajo de falsedad, ya sumamente cansada de andar se quita las botas altas y anda descalza por el pasto. De quién se aferraba ¿lo recordará? Ahora ya no importa, nada importa, todo queda mezclado, revuelto en una gran olla de recuerdos, su abrumadora figura se alza tan real que la deja perpleja sin tiempo para la comprensión, análisis cualitativo o cuantitativo, sus finas manos, tomándolo, quitándolo de su propio párrafo, arrastrándolo. Y ella fingiendo sonrisa simpática, caminando hacía un costado, hasta aplaudiendo el estúpido acontecimiento frente a sus narices queriendo romperlo, procurando quemarlo, reducirlo a cenizas, retroceder el tiempo y cambiar algo de lugar (alguno de aquellos centímetros que seguramente te utilizaron mal) y evitar el desenlace. Ahora ya es tarde, siempre una hora es que es tarde y mira fatigada el cielo, ¿cuáles serían los otros dos días?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Es silencio. No es palabra. Sus letras no se dibujan en ningún lado. No lo nombramos. Pero nos pincha el pecho y no podemos quitarlo. A veces, de vez en cuando, imprevistamente, una referencia inoportuna nos devuelve de un golpe seco a aquella cavidad negra sin fondo que es silencio, y no se ve, y no se oye, porque no es palabra, no la pronunciamos, no sale libidinosa por nuestros labios, resbala en ellos, juguetea, pero se detiene cerca del abismo, no pasa la línea inferior de la boca, no se pierde en el aire, no vuela. Pero pincha. Y da pequeños golpecitos que no notamos, como un sonido continuo, monótono, que olvidamos, o que otras veces no nos deja dormir, y la cabeza estalla, los golpecitos parecen amplificados, pero luego cesa porque es silencio y no lo nombramos, y si hay golpecitos sólo nosotros los escuchamos, y a veces nos pincha, y lo arrancamos, y luego vuelve pero evitamos mirar, vemos hacía otro lado. Agujero negro, a veces se nos pierden cosas nuestras en él, se van irrespetuosas, caraduras cosas que se dejan influenciar, perturbar, y oscilan de modo pendular unos minutos y luego se dejan arrastrar por la marea de humo gris hacia la nada, hacia el silencio. Que no es más que eso. No es palabra, y se evapora con el primer sonido, grito de auxilio ahogado, cuando creímos que nos iríamos también por el agujero.

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