/* ----------------------------------------------------- Blogger Template Style Booted from wordpress to blogspot by Gecko Name: Death Designer: URL: http://www.geckoandfly.com Date: 27 April 2007 ------------------------------------------------------ */ fotografías dibujadas: diciembre 2007

viernes, 28 de diciembre de 2007

Inventarse una historia extravagante, las cosas tienen otra tonalidad, cambio de algún filtro como de película, palabras escritas para dialogar. Y será que nos gusta enroscarnos, mezclarnos, confundirnos, y será que me gusta chocarme con esa pared, o será simplemente que lo único que sé es caminar así, andar girando, andando es espiral, o saltando abismos imaginarios, caminando cornisas que nadie ve. Y ayer que en un momento pensé hora exacta de terminar ahí, y sin embargo esas conclusiones de vasos vacios se las llevan las horas que se sueñan después. Y no te encontré ahí, creo que me olvidé de buscarte, de abrir alguna puerta en mi cabeza, creo que me olvidé de pensarte y por eso no te soñé. Quedo en un período abstraído del contexto, imagen con los demás recuerdos, todo termina así, en un archivo de horas pasadas, cajones de excusas, roperos de ropas que nos pusimos alguna vez. Siempre eso tan definitivo, que parece tan certero, se va con el río, se va con el viento. De todos modos a veces insisto, le ato una pata el pensamiento con un hilo y le hago un nudo en la reja de mi ventana, entonces flamea como una banderita de colores, arcoiris que brilla por la mañana. Y siempre todo continua, se sucede, se aproxima a aquello inaccesible, y a la vez se retrocede, un vaiven de pasos torpes, de saltos en cuadrados dibujados con tiza en el suelo del patio, de globos desinflados y mariposas que pronto morirán. Y rescato esos segundos, esa chispa de algún momento, saco de allí -de todo lo que está mal- el instante de mi cabeza apoyada en tu hombro, la fragilidad de los segundos, la belleza de algún tiempo, de algún color, de la simplicidad, de la elevación del alma y de tu risa; y de estás palabras que juegan a oscilar en la cornisa.

La misma canción tantas veces, da vueltas esféricas, ciclos que se continúan si nadie los detiene, nadie los tuerce. A veces querer torcerlos todos, querer gritarlos eufórica, mañana nueva derrota, nueva victoria, cada vez otra, igual o mejor, igual o peor. Ya casi ni siquiera importa. Y simplemente escupir estupideces mientras pasa la hora... pasa la hora... hace tantas noches que no amanece, o que no amanece el día que espero. Y a la vez sentir un lugar particular, sensación, hasta acá, ¿o hasta dónde? hasta cierto minuto y después tirarse, ya nada importa, ya nada vale, se puede decir cualquier cosa, se puede correr a cualquier lugar, a ningún lugar, en las cuatro direcciones juntas. Luz, paraíso, arco iris maldito, no quiero andar detrás de ningún espejismo, quiero mi propio cielo al que correr. Espacio interno extendido hacía afuera, expandido, toco con un dedo la pared y se esparce una mancha amarilla, como de humedad, mancha de vida. Y mañana se pudre, se llena de hongos, de marcas. Nubes con formas. Sentada en el banco mirando el cielo, protestando después, pateando una pelota contra la pared rabiosa. Y después cesa, pronto perdona, resigna, acepta. Caminamos juntos con normalidad, llegamos a la puerta y tocamos timbre. Tantas ganas de llegar y después simplemente irse, simplemente irse. Y no tengo la menor idea de donde quedan todas esas cosas que pensé cuando se resume todo a un adiós, a un "nos vemos después". No tengo idea donde quedaron tantas cosas que me prometí alguna vez, tantos caminos cerrados, muros no derribados. Te clavo la pluma en el pecho, quise dibujarte pero no pude, y ahora esparzo molesta la tinta azul en hojas desparramadas por el suelo. Y no me importa, y no quiero que me importe. Es la propia historia, aquella otra es circunstancial, lo sé. Es rotativa, aleatoria, va cambiando su nombre, sus palabras, pero es el mismo signo que llega, la misma luz que irradia. Jamás supe bien porque. Y sé de aquellas necesidades absurdas, estúpidas. Vi con los ojos rojos algunas conclusiones, vi un paraguas roto un día de lluvia, y el agua me despejo, me acarició la cara y me despertó de pronto. Esfumada nebulosa gris que me atontaba, de pronto vi que era simplemente eso, de pronto no era nada, de pronto no éramos nada. Éramos sólo gotas de lluvia, un pasto mojado.

martes, 25 de diciembre de 2007

Segundo en el que recopilo días en hojas desordenadas, y escribo palabras que fueron días, y escribo horas que fueron presente. Siempre parada en el centro de algo que no comprendo, o que no quiero comprender, que prefiero que me sorprenda, que prefiero considerarlo parte de un misterio indescifrable, un azar inexplicable, una sucesión de casualidades, de juegos del destino que va dando señales que a veces no vemos. Y me gusta pensar que todo se va dando con algún objetivo, que algo se va tejiendo, conformando. Tantas cosas que fui dejando, y otras a las que me aferro más que antes, en las que insisto, persisto. Persevera y triunfaras. Se perdió también por ahí aquella frase, la dije mucho antes y ya ni recuerdo porque. Me aferro porque no quiero olvidarme lo que ayer me hizo tan bien, no quiero perderlo, y a la vez insisto en seguir buscando -causa de encontrar-, pero quiero a eso de ayer conmigo en el nuevo encuentro, a mi lado, y persistir -aunque sea un rato, aunque sean únicamente los próximos cinco minutos-.
Un poco más. ¿Hasta cuando? ¿hasta donde? Y ¿con que objetivo? Ahora quiero otro nombre, otros pies, creo que voy a caer, otro color, quizás entre en trance y cuando regrese no recuerde nada. Quizás caminé las paredes mientras la hora avanza y me escriba nuevas combinaciones con las letras de mi nombre, nuevos destinos con los mismos recuerdos, con los mismos pasados.
Y ella mira de atrás, detenida, expectante, aquel paso indescifrable, aquel pasaje introspectivo.
Recuerdo la risa, la sonrisa, los dientes, los labios, ese deseo casi utópico, que nacía como una flor y pronto una enredadera a punto de matarme. Y se veía tan bello, rosa con espinas filosas, que la toca y se lastima, y la riega imprudente, que siga creciendo, la riega con sangre. Las cuerdas, sus dedos, y la proyección de que se sería tan feliz. Y hoy es sólo el nombre de un cuento. Porque a alguien le pareció interesante. Y hoy es sólo una palabra que se perdió en el tiempo, que quedo inalcanzable.
Mira fija las paredes, quizás se caigan mientras duerme. Quizás el techo se desplome sobre su cabeza. Y sin embargo ni siquiera. Rutina aún más poderosa, insignificante. Se pliegan hojas de días completos en un cuento tan predecible, que se vuelve asqueaste. Y a la vez, aquella belleza de la simpleza, quizás haya abandonado una flor en algún planeta y lo olvidé, quizás mañana lo recuerde -junto con mi verdadero nombre y verdadero color, aquel que antes quería inventar- y emprenda un viaje para irla a buscar.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Estoy acá. Después de pelear, discutir, protestar, pactamos con el universo que yo admito existir y su existencia y él me permite una permanencia en él por tiempo indefinido. Aún discutimos las reglas. Sí es que simplemente vivo, si estoy, si respiro, como llevar nuestra cotidianeidad sin mayores disputas. Y después de varios diálogos absurdos simplemente me siento cerca del teléfono y mi nueva existencia se resume a eso. A una llamada que no llega -aunque después alguno reproche que yo nunca atiendo el teléfono-. ¡Era una analogía, sólo porque fue la imagen que se me ocurrió! Y entonces decido empezar de nuevo, la analogía no me gustó, la rompo en pedacitos, la reconstruyo, quiero una como esa que compara el teatro con una peste, pero ya devolví el libro de Artaud. A ver, que empiece de nuevo el día, que sea la hora cero y pueda volver a inventar mis pasos, volver a pensar que digo, como te abrazo. Mil y una excusas. Hoy el frío significa abrazo -no, no insistas no es un simple estado climático-, hoy un cumpleaños significa abrazo -no, no son velas, ni tortas, ni globos-, hoy la mañana, el aire, el viento, el sol, una estrella que brilla mucho -¿será marte?- significa abrazo. Sí, y no me importa lo que diga tu diccionario, esta equivocado, no tiene la más puta idea de que yo existo e ignora todas las acepciones que inventé. Quiero hablarte, quiero gritar, ¿me escuchas? Las palabras están en el aire, ahora están en vos. Soy el sonido que se propaga, ahora estoy dentro tuyo. Soy un susurro suave en tu oído, ¿lo sentís? Da un escalofrío, te recorro la piel. Estás entre la gente, y a veces no me ves, pero a veces yo te abstraigo, gracias a mis posibilidades de la abstracción, y alguna que otra vez yo también me deleito con la belleza de alguna lagrima. Y pronto me olvido porque estaba ahí, y descubro que esa lagrima cayó de mi mejilla y ya no recuerdo porque, pero ya no importa, la lagrima la secó el viento, y ahora una conciencia más extraña y profunda -¿o acaso mucho más superficial?- se apodera de mi, y el ritmo es otro, como un tempo musical, las palabras deben ser poesía, los pasos deben coordinar. Ahora el cielo no es sólo cielo, yo insisto en que es una mancha de pincel, tempera que se escurre, aguada y ese río en el horizonte creo que la dibujó Quinquela Martín. Yo no sé, estoy, pero ya el pacto lo deje por ahí, se perdió entre tantos papeles, cosas que escribí, que garabatee. Un humo azul (los humos que veo siempre van cambiando de colores) tiñe el nuevo paisaje, y la insistencia de verlo nuevo, ¿por qué nuevo si es el que más veces vi? Es la necesidad, la obsesión, el capricho de esta semana, del día de hoy, de los últimos años. Años... Un año, quizás dos. Las fotos se tiñen de angustia y ni siquiera se porque. Verde, primavera, río, espera, diamantes, polvo. Ahora con “comas” son elementos diferentes, el polvo es sólo polvo, antes eran esos diamantes de polvo que giraban aleatoreamente. Ahora también los perdí. Pero recuperé alguna otra cosa, o encontré alguna nueva. Hay nuevas palabras, nuevas esperas, hay nuevas frases de despedida y alguna nueva certeza. Hace un año recuerdo la balanza nefasta de sucesos, recuerdo allá arriba, allá abajo, la caída. Hoy no sé, quizás más equilibrado -y hasta suena irónico al recordar-. El tiempo pasa y nada es tan grave ni definitivo, hasta el dolor se escurre en el tiempo. Es simplemente que pacté seguir acá y lo sigo cumpliendo. Aunque a veces necesite tanto que el azar se apiade, que los planetas se alineen favorablemente, ¿algo más? Me llegan cataratas de imágenes, como fotos de una película estúpida, comedia dramática, ironía que se burla de a veces mi impotencia. Querer sacar promedios, conclusiones válidas, balances ingenuos, idiotas, que termino desechando porque me molestan, porque no los quiero, no quiero pronósticos, estadísticas, quiero un naufragio sin mapa, sin rumbo definido, quiero el cielo y el infierno -el segundo ya casi como resignarse a no poder tener lo uno sin lo otro-. Me llevo un zapato y una piedra en el bolsillo por las dudas.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Labios, manos, día, hora, suspiros, palabras, viento, estrellas, café de madrugada, calles desiertas, amanecer, pasos pesados, asfalto, un grano de arena, una de tantas estrellas, terraza, ser tan pequeño, universo, inmenso, el cielo sobre nuestras cabezas, vía lactea, sistema planetario, marte en algún lado, un grano de arena perdido en el desierto.
Renovación extraña, nuevo aire, otra ventana. A veces reciclaje oportuno, revolver un poco, caminar por donde antes. Todo esta tan lejos, querer que todo exista “hoy”, pero las cosas y sujetos se van escurriendo en el tiempo, traspasando, y mediando diferentes filtros quedó lo que esta acá y se toca, se huele, se oye. Y también nuevas imágenes, allí la renovación, conclusión de ciclos, comienzo de nuevos, la sorpresa de ellos, la nueva expectativa, nuevas palabras en un vocabulario reinventado, que ríe de saberse más puro, de saberse vivo, en movimiento. Movimiento. Rotación extravagante de sujetos y objetos, rotación caprichosa, a veces ambiciosa, a veces torpe, insensata, a veces manejada por manos extrañas, hilos que los mueven desde algún lugar, otras nuestro aliento, soplo de vida, derribando piezas para volverlo a armar.

Abrir, cerrar. Terminar, empezar. Sucesión de aciertos y desaciertos, idas y vueltas a algún lugar. Una imagen que flota sobre su cabeza, que se exhibe egocéntrica, voluptuosa, que provoca indecente y luego ríe mientras la otra llora sin entender porque. Las manos la traspasa, holograma que brilla, ilumina, y luego la luz es tan fuerte que enceguece, manchas amarillas en la pared. Reflejo de algo que no es, espejo de circo, feria de extravagancias. Un colectivo que pasa y no para. Humo negro sobre la cara, la mugre de la gran cuidad. Un mapa, sólo un papel, garabato caprichoso de un sujeto intoxicado. Las calles son otra cosa, la cuidad es otra cosa. El asfalto en los pies, los cordones de las veredas, copas de árboles marchitos, hojas amarillas, verdes, violetas, de todos los colores, los pies pesados y ver entre esos bloques de cemento que se elevan un sol que nace.

sábado, 15 de diciembre de 2007


Que fluya, como un río. Un ruego desesperado, que llora desde algún lugar. Quisiera caminar otro camino, ignorando quién camina otro a su lado, sin estar con el ojo pendiente, ignorando sus propios pasos. Que él camine los suyos y yo los míos y si nos encontramos el tiempo dirá. Pero ver de pronto que es más fuerte que una conclusión coherente, insistir en el análisis aunque sepa que mañana pueda destruirlo cualquier suspiro indecente al verte. Irresponsable que se deja llevar tan fácil, acaso hubo momento alguno que no se distrajo, sabe que no y por eso ahora inventa una nueva receta de la que no seguirá los pasos. A ver, volvamos... Caminar el propio camino. Ignorando. Olvidando. Y si el tiempo lo quiere... Que fluya.
Hay que ver si voy.
Querer sus manos con esa insistencia caprichosa, y mañana olvidar. Sí, decidir, procurar al menos. Un río donde mojarse los pies.
Un paraíso terrenal, quiero entrar.
Quiero correr, a veces quiero escapar, quizás juego de opuestos (teatro del absurdo de Ionesco), entonces quedándonos quietos podamos avanzar. Y ahora entra otro Bartolomeo.
Gritar. Catarsis. Escupir todos los minutos innecesarios para seguir andando. El de al lado cuenta un chiste que no entiendo, la otra no sé de quién habla, me quiere marear. Y de pronto ese personaje del espejo resulta que era yo, buscando un lenguaje nuevo en algún lugar, creyendo que alguna vez podría llegar aunque no entienda a donde.

- Si me pudiera quedar acá, si recortara de este momento lo que quisiera y lo abstrajera. De pronto ocurriendo en un tiempo indefinido, que no tuviera que ser coherente, que no tuviera que tener sentido, que yo no tuviera que esforzarme para que llegue ese momento.
- Rídiculo, absurdo, irreal.
- Irreal. Sí, lo sé. Y sin embargo me gustaba tanto.
- Era un juego, y no podes jugarlo si no sabes.
- Lo sé, lo supe o creí saberlo. Y dije aquella vez arriegar y confundir a no arriesgar. Pero ahora, nisiquiera eso. No tengo que arriesgar.
- Crees que no podes hacerlo. Hay demasiada verdad.
- Demasiada verdad en juego. Si fuera mentira podría decir tantas cosas... y quizás después lo descubrirías simplemente, o no, pero lo sentirías, y sería más verdadero que cualquier otra cosa. Porque es un sentimiento que se clava en el pecho sin pedir permiso, porque el permiso ya esta dado. Y luego nos enroscamos, nos miramos, avanzamos y retrocedemos, caminamos, una danza improvisada, mezclamos palabras, tanto lo deseo, pero no sé como llevarte hasta allá, esta tan lejos, y tan cerca, porque no tiene lugar, lo puedo tocar, te querría arrastrar.
- Arrastrar. Más bien querrías que yo te arrastre, que te empuje.
- A veces sí. Siento los pies clavados al suelo sin entender el motivo. Un miedo atroz que nace en la planta de los pies y me recorré, como un escalofrío. Y luego quedo quieta, rodeandome con los brazos, tan pequeña, tan pequeña.


jueves, 13 de diciembre de 2007

Al borde de lo impreciso. De la palabra improvisada después del último punto. De los silencios. Del espacio entre vocales y consonantes donde se hace alguna pausa para respirar, y justo ahí me doy cuenta de pronto el motivo por el cual estoy ahí. Y después vuelvo a abrir la boca, modular, o simplemente corre un segundo y lo vuelvo a olvidar. Se me escapa entre las manos, se me escurre entre los dedos aquella filosofía infantil, aquellas preguntas sin responder que hoy son agujeros negros donde caigo algunas noches, grandes vacíos de palabras, con reproches que no sé dicen, que se lloran con las manos, que se sangran con los ojos rojos, que se expresan con una mueca a medio hacer mirando el cielo, viendo el cielo a través de la ventana, buscando cuál es la estrella que más brilla.

miércoles, 12 de diciembre de 2007


Cristal. Fino, finisimo. Figuras de cristal tan delicadas, en los estantes, acomodadas. Con un mal paso podrían caer, romperse en mil pedazos, un cristal tan fino, y las figuras miran de reojo por detrás del vidrio, observan, escuchan y guardan en sí toda esa memoria. El colectivo que antes al pasar agitaba los vidrios de la ventana y crujian, sí ahora pasara las figuras oscilarían peligrosamente. Piezas tan finas, como para colección, como para museo, que adornan el living comedor haciendolo casi inavitable, con sus ojos que todo lo ven, sus ojos translucidos, sus cuerpos que se transpasan.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Choque raro. Vuelta inesperada que te dejo mareada. Tantas cosas en la cabeza. Tantas que dan vueltas y ya no saber a donde aferrarse, antes parecía tan cierto, tan firme, y ahora ver todo que se puede caer, todo puede no ser, todo una ilusión. Y ella tan estúpida ayer, tan estúpida hasta hace cinco minutos. Siempre creer, siempre una confusa subjetividad, una confusa mirada que va desde el interior. Y después, cuando ya pasó, mirarlo de afuera y no comprender. Choque. Choque raro, inesperado, siempre alguna pared que no vio donde chocarse por décimo cuarta vez. Después reacomodarse, seguir adelante. Siempre seguir. Los choques van doliendo menos, las manos esta vez ni sangran, un suspiro prolongado y luego volver a caminar. El viento en la cara apoyada sobre la ventanilla del colectivo y ver las cosas pasar como si fuera la primera vez que las ve aunque haga el mismo viaje todos los días. Pequeños obstáculos, o de diversos tamaños, ni detenerse, si saltarlos, pararse sobre ellos y mirar todo desde allí, en el centro de huracán, el ojo de la tormenta, el abismo incierto, mirar de reojo para abajo, mirar hacia arriba, en esa posición más cerca del cielo, elevada, y a la vez tan cerca de caer, el cielo y el infierno, y ella allí parada temblorosa con tantas cosas que dan vuelta por la cabeza.

Miedo, un miedo feo que llega desde la punta de los pies. Y recorre el cuerpo, está impregnado en la piel. Casi pánico momentáneo, nadie está a salvo, todos susceptibles a caer en él. Ella allí paradita, rígida, sabiendo que un paso en falso puede ser fatal. Sabiendo que si espera quietita se puede salvar, que la tormenta pasa, y ella podría salir del mismo modo que llego hasta allí sin daño alguno. Y efectivamente pasa. Como todo. El tiempo avanza cauteloso y ya esta a salvo nuevamente. Escupe todo, asqueada, con restos de ese miedo raro, feo, con restos de el choque, con restos. Basura. Que ahora debe cargar también. Intensidad. Idea que flamea confusa en algún lugar. Equilibrio, una balanza que proclama estar abajo para subir. Ese tipo de cosas como justificaciones necesarias, quizás creerlas en algún punto, quizás no hacerlo ni lo más mínimo pero allí esta de todos modos. Y que todo deba continuar con la misma naturalidad. Que fluya. No importa que paso antes, en que estas pensado, porque no contestaste, porque aquel pánico. Que fluya como un río, que busque, que encuentre alguna orilla en que descansar un rato y que luego continúe viaje.

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