fotografías dibujadas

A ver... Inventemos un nuevo sistema horario, no sé, inventemos algo. Es que estar detenida me deprime tanto, me presiona el pecho, me late el alma de forma extraña dentro del cuerpo, hay un eco sordo, hueco, reiterado, que se va propagando, llenando espacios, robándole rincones vacíos al universo.
Yo sé que no lo terminas de entender y yo tampoco me termino de explicar... Es que de pronto me distraigo, creí ver algo que pasó volando, no sé, moléculas de colores, una estrella fugaz, una nave espacial o uno de esos mosquitos verdes que brillan en la oscuridad. Bichitos de luz. Así debemos ser nosotros pero no lo logramos notar. Andamos brillando, iluminando, quizás volando, eso qué pasó por el aire y me distrajo pudo haber sido una parte de mi. Alguna parte perdida de un espejo roto. Se cayó y quebró en mil pedazos y ahora mi reflejo rondando por el mundo allí encerrado. De hecho... Fijate! Quizás sin querer te quedaste con una parte mía. No, no es para que me la devuelvas, mejor guardala vos, te lo decía sólo para que lo tuvieras en cuenta. Cada persona y cada espacio guarda alguna parte de un reflejo mío, reflejo de algún momento.
Luz azul.
Las manos alborotadas juegan un juego infantil con las tuyas.
Nuestros dedos se entrelazan.
Los roces de la piel con otra piel producen chispas, no las ves, pero el aire esta cargado de nuevo aire, de chispas multicolores, de excusas superfluas que se esfuman si me acerco un poco más.
Yo ya no estoy.
No digo nada, no hago nada.
Es un nuevo lenguaje corporal.
Nuevo código que inventamos.

A veces me pongo tan tonta, que escribiría mil hojas de quejas bobas. A veces soy tan dependiente que espero todo el día un mensaje tuyo para ver que hago yo en consecuencia. Y no sé que hacer. Y doy tantas vueltas. Y me odio. Y después me amigo. Me llevo a dar una vuelta, me tomo de la mano y me arrastro. Después me canso, me aburro y me vuelvo a odiar. Y sigo esperando. Y todo lo demás fue una distracción para que pasará el tiempo. Y quizás yo no esté en tus planes de hoy, ni de mañana. Y no entiendo bien porque. Y confecciono una lista de motivos, de argumentos por los cuales no me necesitas. Y sigo sin entender. Me pongo en caprichosa que no entiende algo obvio. Escribo otras mil hojas de quejas. Hago caras en el espejo, me río, después me vuelvo a poner seria. Me pongo disfraces que invento y juego a que soy ellos, y juego a perderme hasta que me encuentro, de improvisto, sin saberlo, me encuentro de pronto en una tela de colores, o con una tela de encaje en la cabeza, me encuentro entre las cosas tiradas por el suelo, revueltas, entre miles de letras, entre aquellas quejas, me encuentro en el momento más inesperado, incierto, ridículo. Y después me vuelo a perder. Dura unos instantes aquella sensación, como todo lo bueno, verdadero. Sigo danzando en el abismo de saberme, de olvidarte. Caigo agotada de tantas hipótesis en un colchón de hojas verdes, aquel sobre el que quise tirarme, eran las copas de los árboles, pero se veía tan bien. Y todo eso que pensas que fue un sueño, te equivocas, quizás me pasó ayer. Y todo eso que crees que fue cierto te equivocas, lo soñé. Quiero alzar mi voz y que llegue a tu oído, te roce la piel, te de un escalofrío. Mis hipótesis poco racionales cobran fuerza si las alimento con hechos superfluos. Y sin embargo otras veces no las puedo sostener, se me vienen encima, me aplastan la cabeza -ahora veo que a eso se debían los dolores de la misma que ayer no me dejaban dormir-. Saco una mano, me arrastro hasta que salgo, veo de nuevo la luz, no, no voy hacia ella, me quedo simplemente a un costado, observando. Y me enojo conmigo. No quiero mirar, quiero correr. Ahora discuto aspectos extraños de la vida humana. Y no llego a nada. Quizás vuelva a caer. No, esta vez tambaleo, pero no caigo, me sostengo a tiempo de una mano. Y de pronto aterrada la suelto, no logro ver quién es. Ayer leía a la luz de una vela, la entrada innecesaria de luz me hace daño, para que ver todo si ya lo sé, lo conozco, prefiero abstraerme un poco.

Cuerpo.
Alma que deambula.
Que no entiende muy bien.
Nos peleamos un rato, nos distanciamos, y nos volvemos a amigar.
Y las cosas siguen girando.
Acople nefasto.
Girar absurdo.
Melodía extraña, nuevo amanecer.
Cielo celeste, cuerpo celeste, mirar celeste.
Mañana atardecer.
Amanecer con el día: renacer.
La cabeza tan podrida.
Explota, alucina.
No entiende de que mierda estamos hablando mi otro yo y yo.
-después le explico-.

Buscando métodos de renacer.
Somos tan profundos, que ahora nos volvemos un poco superficiales.
El dolor, mañana pasado, nos obsequió profundidad.
Quizás caminos equivocados.
Quizás caídas de abismos imaginarios.
Palabras erradas, irracionales, soberbias.
Andamos esquivando tormentas.
Y es tan sin sentido aquella precaución.
Afuera diluvia.
Y decir afuera nos distancia.
Ya no nos involucra.
Vemos lo que está lejos, y lo más cercano lo ignoramos, inclusive nos quejamos, porque no nos deja ver bien.
Hoy me son tan melosos esos divagues con nombre propio.
Los piso, los camino, para dejarlo atrás.
Mañana me olvido.
O no.
Da igual.
Vuelvo ocasionalmente, caigo y después despierto.
-o quizás al revés, ya estaba despierta y haya que soñar un poco más-
Más allá.
Dar vueltas en un perímetro más extenso.
Circunferencias concéntricas que se expanden indefinidamente.
Infinitamente.
Circunferencias concéntricas espaciales.