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jueves, 18 de octubre de 2007

9:ooam de un jueves. Antes los jueves tenían otro significado, otra definición en su diccionario subjetivo. Hace un rato un pelo, unas manos, sus dedos con ciertas características que en su cabeza produjeron una rápida asociación, en la esquina de mendoza y vuelta de obligado la hicieron volver a pensarlo, a recorrerlo mentalmente para comprobar aquella analogía simple, sin mucho significado más que el de provocar un sabor extraño. Encontrar de pronto algo suyo en cualquier otro lado, algo de su mirada en otros ojos, o alguna caracteríatica repetida era mezcla de satisfacción y disgusto, ni tan único, ni tan lejano, pero de todos modos tan poco suyo, e irrepetible irremediablemente, las demás, sólos copias truchas y vulgares, imitación mal hecha. Recordó también impulsada por aquel encuentro con el sujeto de la esquina que se disponía a cruzar la calle sin percatar lo que era capaz de generar en la cabeza de su, desde ese momento, espía momentanea, ocacional, a la mujer de mcdonalds de la noche anterior que podría ser su madre. ¿Qué importancia podía tener de todos modos? No lo sé, ninguna probablemente, pero insistía en buscar, inventar, descubrir relaciones, lazos. Aquella mujer morocha, de ojos marrones, madre de él, ¿acaso importa? podría ser cualquier mujer, y sin embargo, debía tener ciertas sutiles características imperceptibles al ojo que mira con poco cuidado que hacían que no cualquier simple señora pudiera entrar en la lista imaginaria, pero escrita con detalle, de posibles parientes del susodicho.
Cuantas vueltas sin destino, cuadras inciertas, o al contrario, demasiado predecibles. Cuando en horas de la madrugada ella pensaba que no quería lo simple, lo tan cotidiano, pretendía llegar a una conclusión de intensidad, o muy bueno o muy malo, los términos medios mientras miraba a un grupo de chicos hablar estúpideces le parecieron mediocres, sin necesidad de ser vividos. Y sin embargo, reconoce haber deseado no pasar ciertas cosas, ¿sería necesarias? ¿o aquello de que sean necesarios sólo una escusa para justificar lo que ya esta hecho? No importa de todos modos. Importa más las lineas aún no escritas que las ya grabadas procurando inutilmente borrar. Maldita sucesión de hechos desafortunados, mareo suficiente para errar las cosas, tirar al suelo lo que quedaba sobre la mesa ¿quedaba realmente algo? Pensó que sí, que no necesariamente había que llegar hasta allí, y se maldijo en sus pasos, reclamando una escapatoria, gritando euforica que ella sólo estaba allí mirando y que no era parte de nada. Como aquello de mirar un cuadro pero no ser parte de él. Querer dirigir estando actuando. Y de pronto, al pensarlo, volver a él. Maldito su nombre que está en todas las cosas, no en las cosas, en sus significados, en sus colores, en sus formas. Estar adentro y verlo como una película, a veces agradable y a veces otra que desearía cambiar de canal. Y ahí darse cuenta de que no se es un simple espectador, sino que se esta encerrado en una perversa cinta ¿película de terror?
La plaza dormita. Las palomas pasan encima de su cabeza. Una casi cocha contra ella. Algunos van, otros llegan, y ella ni una ni la otra, simplemente estar. Momento de existir, persistir, insistir en continuar. Sin opción. Siempre todo parece haber llegado al tope y sin embargo continúa girando. Y ella ya lo mira agotada, sin ganas de discución, y ahí se sienta estupefacta a ver con que nueva extravagancia irónica el azar se le adelanta. Porque sus pasos van más lentos que los de el destino escrito, significación cósmica, horóscopo del día. ¿Alguna sorpresa buena para el día de hoy? ¿géminis? ¿qué nos salió?
Recuerda cuando por las calles procuraba encontrarte, sorprenderse, sorprenderte, y que te se te plantará el destino enfrente para que él tuviera que admitir que las cosas los volvía a unir. Conjeturas absurdas de madrugada, para luego admitir que siempre estuvo sola, como cuando recorrió los caminos caminados juntos, ¿juntos? uno al lado del otro, como sea que eso se llame. Sí, la calle solitaria, el río, el pasto verde, las nubes, las paredes pintadas, una búsqueda de la memoria, quizás para admitir que ahora estaba sola, verse allí en ese espacio, nuevo tiempo, para asimilarlo, siempre con la fantasía tonta del reencuentro que nunca se daría, y que sólo proyecta absurdo el tiempo para reprocharle haberlo pensado, haberse tomado la molestía de la fantasía. Piensa en esa charla simpática, reciente, donde todo estaba extrañamente demasiado perfecto, aquella charla que soño. Y entonces intenta calcular el tiempo real que no le habla, casi un mes, un poco menos, unos días menos, quizás una semana, pero los ojos le pesan y no quiere hacer el cálculo, tiene los números de la cuenta en la cabeza sin la que la respuesta le aparezca, si apareciera espontáneamente, pero no, requiere de cierto proceso mental ahora imposible de ser realizado. Casi las diez de la mañana de un jueves, un poco menos ¿cuanto? diez minutos, falta poco y volver a el tiempo que la arrastra en su cotideaneidad, al menos la cabeza vuela un poco más, las palabras, en cambio sus pies recorren baldosas ya pisadas tantas veces, tantas veces. ¿él donde estará? quizás recién despertando, abriendo sus ojos, imagino de pronto al pensarlo sus ojos entrecerrados, como los que en un personaje alguien describía que los entornaba al besarla, y que ella pensó que él también los entornaba, quizás así estuvieran ahora, entornados, la luz entrando por alguna rendija de la ventana, que no sabe imaginar más que como cuento, al final no conoció su cuarto. Recuerda quién sí, ni siquiera acompañado de algún sentimiento, es un recuerdo vago, sólo el recuerdo, no importa demasiado.
Quisiera hablar con esa amiga que un día compartió horas con ella. Quizás ni siquiera le contaría todo esto que piensa pero la escucharía y se contagiaría un rato de su mundo. Aquella característica del contagio, a veces necesario casi como una renovación del aire de la habitación, aire ahora cargado de un humo gris y pesado que la adormece, casi desmaya sobre la cama sin tender, la cama desordenada, con las botas tiradas al lado, con las sábanas bordo arrugadas, sucias de aliento, de vida. Mejor así, a una cama limpia, habitación muerta, sin alma que ronde. En cambio así movimiento extraviado que la mantiene en constante rotación, la del planeta, con el que ella gira, aún gira, si no girara ya estaría muerta, fuera de todo sistema, suspendida en una nada eterna donde estarán la mayoría de las cosas, es tan poco lo que queda, queda lo que en este preciso instante siente como ella intesa y respira una pitada de vida que le llene los pulmones... no, respiración abdominal baja, llenar la panza, que es la correcta.



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