domingo, 9 de marzo de 2008
La señorita del sombrero rojo
Sentada siempre atrás en los colectivos, la mejilla pegada a la ventanilla y sus ojos perdidos, la mitad de su cara en sombra consecuencia del sombrero sobre la cabeza. La verosimilitud de sus argumentos es tan dudosa como sus medias de algodón blancas y sin embargo tan almidonadas las primeras como las segundas que nadie se animaría a corregirle un punto por un punto y coma o querer reclamarle los puntos sobre las ies. La señorita del sombrero rojo mira pero no mira, traspasa, sus cristalinos ojos nunca sé bien que observan, a donde van, que buscan, que dejan o que arrebatan. Camina insustancial las avenidas, rozando la semiología en su estado más puro, signos que caminan con ella. Todos la miran pero nadie la toca, la señorita del sombrero rojo parece tan inalcanzable, extravagante, excéntrica, de otro planeta, tan poco humana, tan personaje, tan salida de letras antiguas en un libro lleno de telarañas, camina y sus pies jamás tocan el suelo, nadie cree poder hablarle, al hacerlo las palabras traspasarían su fantasmal figura con forma de figura. Está dibujada en acuarelas en una tela de millones de años, se ha escapado de un marco quizás roto y ha salido a andar su alma entre el resto de vulgares, tan burdos hombrecitos que caminan con mochilas y valijas llenando sus manos. Todos la reconocen por su estridente sombrero rojo con pliegues indescifrables, incomprensibles.
Y ayer, ayer mismo, el sombrero flotaba sobre el agua del mar, el sombrero se mojaba lentamente sin querer resignarse, pero pronto iba cayendo, perdiendo su autoridad. La señorita del sombrero rojo se ha perdido entre la gente, ahora nadie la reconocerá, ha perdido su esencia, su particular personalidad, ha dejado que al agua desdibuje la pintura en acuarela, ha roto las páginas de un libro de páginas amarillentas, ha muerto su parte más admirada, su chispa extraña que mirábamos sin parpadear.
Y sin embargo se siente tan libre, y ríe tranquila a orillas del mar.
a logrado desahacerse de las opiniones ajenas que solo influyen externamente....jaja que si ríe que sea de plenitud.
pero tampoco se convierta en sirena varada...vamos que el oceano es basto.
saludos
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Sentada siempre atrás en los colectivos, la mejilla pegada a la ventanilla y sus ojos perdidos, la mitad de su cara en sombra consecuencia del sombrero sobre la cabeza. La verosimilitud de sus argumentos es tan dudosa como sus medias de algodón blancas y sin embargo tan almidonadas las primeras como las segundas que nadie se animaría a corregirle un punto por un punto y coma o querer reclamarle los puntos sobre las ies. La señorita del sombrero rojo mira pero no mira, traspasa, sus cristalinos ojos nunca sé bien que observan, a donde van, que buscan, que dejan o que arrebatan. Camina insustancial las avenidas, rozando la semiología en su estado más puro, signos que caminan con ella. Todos la miran pero nadie la toca, la señorita del sombrero rojo parece tan inalcanzable, extravagante, excéntrica, de otro planeta, tan poco humana, tan personaje, tan salida de letras antiguas en un libro lleno de telarañas, camina y sus pies jamás tocan el suelo, nadie cree poder hablarle, al hacerlo las palabras traspasarían su fantasmal figura con forma de figura. Está dibujada en acuarelas en una tela de millones de años, se ha escapado de un marco quizás roto y ha salido a andar su alma entre el resto de vulgares, tan burdos hombrecitos que caminan con mochilas y valijas llenando sus manos. Todos la reconocen por su estridente sombrero rojo con pliegues indescifrables, incomprensibles.
Y ayer, ayer mismo, el sombrero flotaba sobre el agua del mar, el sombrero se mojaba lentamente sin querer resignarse, pero pronto iba cayendo, perdiendo su autoridad. La señorita del sombrero rojo se ha perdido entre la gente, ahora nadie la reconocerá, ha perdido su esencia, su particular personalidad, ha dejado que al agua desdibuje la pintura en acuarela, ha roto las páginas de un libro de páginas amarillentas, ha muerto su parte más admirada, su chispa extraña que mirábamos sin parpadear.
Y sin embargo se siente tan libre, y ríe tranquila a orillas del mar.
a logrado desahacerse de las opiniones ajenas que solo influyen externamente....jaja que si ríe que sea de plenitud.
pero tampoco se convierta en sirena varada...vamos que el oceano es basto.
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